Comentario
En Nea Nikomedía, aun cuando no se han podido rescatar restos de edificios, minuciosas técnicas de excavación, raspando el suelo y observando sus diferencias de coloración, han permitido describir los materiales y formas de las primeras construcciones neolíticas. Estas consistían en postes de madera clavados en el suelo y que soportaban un entramado de ramas cubiertas de barro. Varias casas de gran tamaño, con una sola habitación de 8 por 8 metros, cuyo suelo estaba formado por una capa de tierra batida y con una techumbre vegetal de hierba y hojas, están rodeadas en el exterior por una empalizada de madera. La forma de las casas es irregular, con predominio de formas aproximadamente cuadradas, aunque también existen muros curvos o incluso casas circulares. En los primeros niveles neolíticos no se conocen aún las defensas o fortificaciones que protejan a la aldea. A propósito de las casas circulares, las más antiguas que se han documentado hasta el presente se excavaron en Khirokitía, en Chipre, fechadas hacia 5800 a. C., momento en que comenzó el Neolítico precerámico de esta isla. Los primeros niveles proporcionaron restos de construcciones totalmente circulares, con cubiertas de tipo cupular; las paredes estaban construidas de tapial y cañizo con barro.
Es el primer lugar arqueológico donde hay constancia de un importante edificio arquitectónico del Egeo, el tholos, perfeccionado en la siguiente etapa del mismo yacimiento, ya en pleno Neolítico cerámico. Los thóloi ahora son de mayor tamaño, pues llegan a tener 10 metros de diámetro y sus paredes se levantan a base de hiladas de piedra, hiladas que a partir de una determinada altura comienzan a aproximarse hacia el interior de la cabaña hasta formar lo que se denomina una falsa cúpula. La irregularidad de las paredes se oculta tras un enlucido de barro, material que también cubre el suelo y en algunos casos, conserva restos de pintura verde. El tholos es una construcción de gran trascendencia en la arquitectura egea posterior, utilizada prontamente con fines funerarios, como tumbas de cámara, preludio neolítico del conocido Tesoro de Atreo de Micenas.
Será en el Neolítico pleno, en la etapa de Sesklo, iniciada a mediados del VI milenio, cuando se produzca otra innovación de interés por sus consecuencias en la arquitectura griega. Esta aldea contó con una serie de casas, unas junto a otras, formadas básicamente por un rectángulo de unos 12 metros de longitud. La puerta, situada en uno de los lados menores y a la que antecede un porche sostenido por un par de postes, da acceso al interior; éste se halla subdividido transversalmente por paredes más o menos perpendiculares a los muros largos y la habitación principal está al fondo, con su hogar e incluso otro par de postes para sustentar el techo. Es la estructura arquitectónica denominada "mégaron" y está llamada a cumplir un gran papel a lo largo del tiempo: es el núcleo de lo que será el templo griego clásico. El mégaron está construido con un zócalo de piedras de tan sólo un par de hiladas. Encima y con una estructura de postes de madera, se elevan los muros de adobes o ladrillos de barro secados al sol. Los "mégara" se conocen también en el Neolítico palestino de Jericó y el anatólico de Hacilar, de donde probablemente se ha tomado este esquema, aunque existen autores que defienden su origen en estructuras similares y de la misma época halladas en el Neolítico danubiano, allende los Balcanes, zona con la que el Neolítico griego no deja de mantener relaciones, tal como lo revela la cerámica.
Las casas se hallan asociadas en grupos que no suelen exceder de la veintena, con una población que se calcula no superior a unas 150 almas. Además del mégaron, en el área egea existe otro tipo de casa, muy característico del Próximo Oriente y consistente en una estructura de forma aproximadamente cuadrada, con muros interiores que sostienen un tejado plano, a modo de terraza y con una división interna de habitaciones pequeñas. Estas casas, arracimadas entre sí y dispuestas escalonadamente en la ladera de una colina, con uno o dos pisos y terrazas sobre las casas inferiores, configuran uno de los paisajes más típicos del hábitat neolítico y aún perduran en el Mediterráneo oriental hoy en día, sin cambios aparentes en sus formas a pesar de los siete mil años transcurridos. Este tipo de edificio es el que aparece en los niveles neolíticos de Cnosós. Casas cuadradas con muchas habitaciones unidas unas a otras y sin distinción entre ellas, construidas con adobe sobre zócalo de sillares irregulares de piedra, sin una clara alineación exterior de los muros, dan lugar a un plano de aspecto desordenado. He aquí, pues, el origen del futuro palacio minoico, construido con una técnica que no se conoce en Oriente ni en Egipto sino que es característica del Egeo.
Tras espesas capas de destrucción por incendio de las aldeas de finales del período de Sesklo da comienzo la etapa Dímini o Neolítico Reciente, cuyo inicio se sitúa en la primera mitad del III milenio; hace su aparición en el Egeo la fortificación mediante muros concéntricos que protegen las viviendas encajándolas en el espacio intermedio entre los anillos. El interior y más conspicuo de estos muros defiende un edificio del tipo mégaron y realza su preeminencia sobre las demás casas; refleja la jerarquía social de sus habitantes y constituye el germen del futuro palacio micénico. Otras casas cuentan con algún muro curvo, adaptándose a la forma de los recintos; este tipo de casa absidada también perdura en la arquitectura heládica. Estos modelos arquitectónicos están presentes en numerosos yacimientos, muchos de los cuales son los precedentes de lugares micénicos tan conocidos como Orcómenos, Atenas, Tirinto, Lerna, etc. En cuanto a la arquitectura funeraria neolítica, ésta es prácticamente inexistente, pues al menos hasta ahora no han aparecido más que algunas tumbas, excavadas bajo el suelo de las viviendas y, ya a finales del Neolítico, las tumbas en forma de tholos de la llanura de Mesará, en la isla de Creta.